
Una mirada con perspectiva en tiempos de coronavirus

Una mirada con perspectiva
en tiempos de coronavirus
La humanidad ha padecido enfermedades endémicas y epidemias a lo largo de toda su historia; éstas tienen que ver con la domesticación del mundo animal, el hábitat que compartimos y con cómo vivimos. La “urbanización” marcó siempre una progresión importante, brindando un escenario de mayor proximidad física.
Por otro lado, grandes conjuntos de poblaciones han desarrollado siempre adaptaciones globales a los patógenos de su propio ecosistema, con los que han generado una simbiosis relativamente eficaz: una “inmunidad de grupo” que las grandes colonizaciones históricas alteraron intensamente. A pequeña escala, es lo que aún ocurre cuando viajamos a espacios muy diferentes del nuestro. La historia de las epidemias va de la mano de los progresos de la higiene, la sanidad y la investigación… pero también de la historia de la colonización, la urbanización, la interacción con la naturaleza.


Lady Mary Wortley Montagu
(1689 – 1762)
Foto: Alamy
La “primera vacuna” masiva contra la viruela la explicó y potenció una mujer en el siglo XVII. Lady Montagu (1689-1762): mujer del cónsul inglés en Constantinopla escribió un conocido libro de memorias, Las cartas turcas, donde expone un principio básico de la vacunación que los chinos ya utilizaban desde el siglo XV sobre todo con los niños: el empleo de un virus debilitado o muerto para activar el sistema inmunológico. Las memorias se publicaron después de su muerte, pero ya desde 1717 había publicado otros escritos e introducido la práctica en Inglaterra. Ella había aprendido en Oriente que, tras irritar levemente la piel de la frente del niño, se frotaba ahí la supuración de las pústulas de viruela de un enfermo. La criatura enfermaba levemente y quedaba inmunizada desde entonces.
La medida no estuvo exenta de polémica y oposición, pero consiguió el favor de la familia real y derivó en un experimento por el cual se aplicaba a prisioneros a cambio de su libertad. A pesar de algunas consecuencias graves, la propia familia regia y la aristocracia no dudaron en inmunizarse de este modo y la práctica pasó a otras cortes europeas: Rusia y Francia.
Desde entonces, el conocimiento ha avanzado mucho. Se han encontrado diversas formas de operar sobre las enfermedades, lo que ha dado lugar a medicamentos, vacunas y medidas profilácticas de gran eficacia. Como resultado de todo esto, en el siglo XX, la esperanza de vida se ha ampliado en todo el mundo durante varias décadas.
La humanidad ha padecido enfermedades endémicas y epidemias a lo largo de toda su historia; éstas tienen que ver con la domesticación del mundo animal, el hábitat que compartimos y con cómo vivimos. La “urbanización” marcó siempre una progresión importante, brindando un escenario de mayor proximidad física.
Por otro lado, grandes conjuntos de poblaciones han desarrollado siempre adaptaciones globales a los patógenos de su propio ecosistema, con los que han generado una simbiosis relativamente eficaz: una “inmunidad de grupo” que las grandes colonizaciones históricas alteraron intensamente. A pequeña escala, es lo que aún ocurre cuando viajamos a espacios muy diferentes del nuestro. La historia de las epidemias va de la mano de los progresos de la higiene, la sanidad y la investigación… pero también de la historia de la colonización, la urbanización, la interacción con la naturaleza.
Lady Mary Wortley Montagu
(1689 – 1762)
Foto: Alamy
La “primera vacuna” masiva contra la viruela la explicó y potenció una mujer en el siglo XVII. Lady Montagu (1689-1762): mujer del cónsul inglés en Constantinopla escribió un conocido libro de memorias, Las cartas turcas, donde expone un principio básico de la vacunación que los chinos ya utilizaban desde el siglo XV sobre todo con los niños: el empleo de un virus debilitado o muerto para activar el sistema inmunológico. Las memorias se publicaron después de su muerte, pero ya desde 1717 había publicado otros escritos e introducido la práctica en Inglaterra. Ella había aprendido en Oriente que, tras irritar levemente la piel de la frente del niño, se frotaba ahí la supuración de las pústulas de viruela de un enfermo. La criatura enfermaba levemente y quedaba inmunizada desde entonces.
La medida no estuvo exenta de polémica y oposición, pero consiguió el favor de la familia real y derivó en un experimento por el cual se aplicaba a prisioneros a cambio de su libertad. A pesar de algunas consecuencias graves, la propia familia regia y la aristocracia no dudaron en inmunizarse de este modo y la práctica pasó a otras cortes europeas: Rusia y Francia.
Desde entonces, el conocimiento ha avanzado mucho. Se han encontrado diversas formas de operar sobre las enfermedades, lo que ha dado lugar a medicamentos, vacunas y medidas profilácticas de gran eficacia. Como resultado de todo esto, en el siglo XX, la esperanza de vida se ha ampliado en todo el mundo durante varias décadas.
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